Historia
La partición de África oriental (1856-1891)
Mientras los exploradores desentrañaban los misterios de Africa, cada uno con sus inquietudes y objetivos, en busca de la fama, la riqueza, la inmortalidad o simplemente persiguiendo un sueño, los políticos, los militares y los hombres de negocios no permanecían cruzados de brazos. Las riquezas del nuevo-viejo continente eran codiciadas por los dueños del mundo, quienes pronto empezaron a repartirse sus tierras.
Habíamos dejado al nuevo sultán, Seyyid Majid, tomando posesión del trono del nuevo sultanato independiente de Zanzíbar en 1856. Al contrario que su padre, que había sido un elemento clave en el desarrollo y la historia de la costa oriental, Majid fue un rey gris, menos interesado en los asuntos de estado que en los beneficios personales que su posición le ofrecía. Sufrió un intento de derrocamiento a manos de su hermano Seyyid Bargash, que fracasó. Pero Bargash fue salvado de la muerte por los ingleses, que veían en él a un posible aliado, y tras un exilio protegido regresó a la muerte de Majid, en 1870, siendo proclamado nuevo sultán.
El reinado de Bargash presidió acontecimientos importantes para la historia de Africa Oriental hasta su muerte en 1888. La presión de los ingleses empujó al sultán a terminar para siempre con el tráfico de esclavos en Zanzíbar. Por otra parte, Bargash contrató a Thomson para buscar los yacimientos de carbón del río Rovuma, y aunque, furioso por el fracaso, negó sus favores al explorador, al menos esta expedición sirvió a Thomson para continuar ligado a la exploración africana antes del que sería su gran viaje al interior.
Al igual que a su padre, a Bargash le tocó seguir aplacando los brotes independentistas de los Mazrui, a los que se había permitido continuar viviendo y gobernando en la costa. Mbarak, en Gazi, reunió un ejército de 2.000 hombres locales y Maasai para atacar Vanga en 1882. El sultán recibió la ayuda de sus aliados y la armada de Zanzíbar, al mando del oficial inglés Lloyd Matthews, tomó al asalto la fortaleza de Mbarak. Para su sorpresa, éste fue liberado y se le permitió regresar a Gazi, donde permaneció sin crear un sólo problema más.
Pero sobre todo, a Bargash le correspondió ratificar el reparto de Africa entre las potencias europeas. Aunque su padre, Seyyid Said, había allanado el camino a los ingleses mediante sus alianzas, aún no existía un protectorado británico de derecho. Inglaterra procedió de manera cauta, rechazando las primeras iniciativas particulares de algunos hombres de negocios que trataron de explotar el potencial económico de la región. William MacKinnon, propietario de una línea de barcos de vapor que hacían el trayecto a la India, convenció al sultán para que le alquilase todo su territorio continental, pero la propuesta no fue inicialmente apoyada por el gobierno inglés. Tampoco lo fue la de H.H. Johnston, quien llegó a un acuerdo con los jefes locales en Taveta para plantar café y trigo. A causa de la falta de soporte, este emprendedor tendría que abandonar su colonia en 1884.
Otros países europeos comenzaron a reclamar su porción del pastel africano. En un principio, Alemania no estuvo interesada en establecer colonias en zonas del mundo tan alejadas de Berlín. El canciller Bismarck ya había rechazado una petición de anexión de las Islas Fiji en 1872. Al igual que en el caso inglés, eran los hombres de negocios los que acariciaban el sueño de explotar las riquezas de Africa. Por su parte, Francia comenzaba la colonización del arco noroccidental, desde Argelia hasta el Senegal. Su presencia se extendía hacia el sur hasta el Gabón, de donde los franceses expulsaron a los comerciantes británicos.
Pero no todos los invasores eran europeos. El jedive Ismael, gobernador de Egipto y el Sudán en poder del imperio turco, deseaba extender sus dominios hacia el sur, hasta la cabecera del Nilo. La Corona británica veía con buenos ojos esta maniobra, pues el jedive era un gran aliado y esto significaría el control efectivo del río para Inglaterra. Para esta empresa, el jedive contrató en 1869 a Samuel Baker, mercenario y descubridor del Lago Alberto, quien sin embargo fracasó en su empeño de someter los reinos de Ecuatoria, la región de Uganda al norte de los lagos. Para su segundo intento, el jedive contrató en 1874 a Charles George Gordon, un militar y también mercenario británico. Gordon otorgó el cargo de gobernador de Ecuatoria a un judío alemán llamado Edward Schnitzer, que se convirtió al Islam, ocupó la provincia de Ecuatoria al mando de una tropa de soldados sudaneses y cambió su nombre por el de Emin Pasha. La revuelta del caudillo fundamentalista islámico El Mahdi en Khartoum en 1885, que terminó con la cabeza de Gordon rodando por el suelo, aisló a Ecuatoria de Egipto, circunstancia que Emin Pasha aprovechó para declarar la independencia de la provincia. Posteriormente, en 1889, Emin Pasha sería "rescatado" contra su voluntad por Stanley, dejando atrás a sus soldados sudaneses.
La entrada de Alemania en escena no fue una estrategia de estado, sino la iniciativa particular de Karl Peters (1856-1918), un hombre de espíritu imperialista que, sin el apoyo de Berlín, fundó la Sociedad para la Colonización Alemana y en 1884 se internó en Africa Oriental para firmar acuerdos con los jefes locales. Los tratados cedían el poder sobre los territorios de Usagara al imperio del canciller Bismarck. Un año después, Berlín reconocía sus méritos y proclamaba sus derechos sobre parte de la actual Tanzania.
Las quejas del sultán por la proclamación alemana fueron desoídas por los ingleses, aún reacios a establecer una colonia estable en Africa Oriental. La nueva situación condujo en 1885 a la firma de un acuerdo internacional entre Inglaterra, Alemania y Francia. Dicho acuerdo concedía al sultán Bargash las islas de Zanzíbar, Pemba, Mafia y Lamu, además de una franja continental de 700 millas de longitud por 10 de anchura, de la que quedaban excluidas Dar es Salaam y Witu. En esta última localidad, Ahmed Simbad Nabhni, un miembro rebelde del clan gobernante en la isla de Pate, había declarado un sultanato independiente bajo la protección alemana, tras destruir la fortaleza de Bargash en Siyu y escapar al continente.
El acuerdo inicial fue sucesivamente modificado con cláusulas que progresivamente retiraron al sultán la soberanía de sus territorios. En 1886 se dibujó en el mapa la actual frontera entre Kenya y Tanzania: una línea imaginaria desde la desembocadura del río Umba hasta el Lago Victoria, definiéndose dos esferas de influencia, la británica al norte de la línea y la alemana al sur. Los británicos habían escuchado por fin las sugerencias de los empresarios MacKinnon y Johnston, y esto supuso el pistoletazo de salida a la explotación comercial de Africa Oriental, inicialmente bajo gestión privada.
En 1887 William Mackinnon constituyó la 'British East Africa Association', destinada al comercio en el continente, mientras los alemanes fundaban la Compañía Alemana de Witu en el feudo del rebelde Nabhni. El sultán permaneció fiel a sus aliados y concedió a la compañía inglesa los derechos de aduanas sobre sus territorios, a cambio de una compensación anual. Sin embargo, pronto surgieron las disputas entre las partes implicadas. Los italianos, que reclamaban su área de influencia en Etiopía y Somalia, también se involucraron en las discusiones.
La Corona inglesa otorgó la protección real a su compañía en Africa Oriental, que en 1888 pasó a denominarse 'Imperial British East Africa Company'. Con este apoyo, la IBEAC se adjudicaba además los puertos del norte, en manos de Italia.
Este mismo año, una nueva modificación de los acuerdos resultaba en la cesión definitiva por parte del sultán de su franja continental, a excepción de las ciudades costeras de Somalia. El sur del litoral se entregaba a Alemania a cambio de una indemnización, mientras la costa septentrional, incluyendo Zanzíbar y los territorios al norte del río Tana, quedaba bajo el control británico. Los franceses recibieron la isla de Madagascar.
Viendo frustrado su sueño imperial en la costa, Karl Peters fijó sus metas en las regiones interiores próximas al Lago Victoria, que aún quedaban fuera de los acuerdos. Peters viajó a Uganda para lograr la anexión de los reinos y conseguir así estrangular el dominio británico de la costa norte. Tras un viaje rápido y sangriento, consiguió el favor de Mwanga II de Buganda y un tratado de protección con el rey de Wanga en Kenya oriental. En respuesta, la compañía de MacKinnon envió a Uganda en 1890 a un veterano de la India, el coronel Frederick Dealtry Lugard (1858-1945), al mismo tiempo que reanudaba las conversaciones con el canciller Bismarck para clarificar la cuestión fronteriza en Uganda. Lugard viajó a Buganda y obligó a Mwanga a firmar un tratado de protección que incluía el libre comercio y la abolición del tráfico de esclavos.
Cuando Peters regresó triunfal a Bagamoyo, en 1890, fue para descubrir que Bismarck había reconocido la autoridad británica sobre Uganda y Witu, a cambio de la isla de Heligoland, en el Mar del Norte. Alemania retenía la costa de Tanganyika y una franja junto al lago del mismo nombre. En 1891, Berlín tomaba el control directo de sus posesiones en Africa, sustituyendo a la Compañía Alemana para Africa Oriental. Los alemanes se retiraban de Witu, el rebelde Nabhni era ejecutado y la ciudad arrasada en 1893 por el ejército del sultán. En la nueva colonia de la 'Deutsch-Ostafrika' comenzaba un periodo de represión brutal, destinado a "pacificar" el territorio, que se extendería hasta el final de la no menos sangrienta revuelta indígena del 'maji-maji', en 1907.
Mientras, en Uganda, Lugard continuaba su labor de ocupación y pacificación. En busca de refuerzos, decidió reclutar a los ochocientos soldados sudaneses que permanecían en Ecuatoria tras el rescate de Emin Pasha por Stanley. En 1891 se puso en marcha y en el camino sometió al resto de los reinos de Uganda, excepto a Bunyoro. A su regreso a Buganda con la tropa sudanesa en 1893, encontró que las antiguas rivalidades entre los 'fransa', católicos convertidos por los franceses, y los 'ingleza', anglicanos evangelizados por los ingleses, habían estallado en una auténtica guerra civil. Como era natural, Lugard apoyó a los 'ingleza' en contra de los 'fransa', aliados con Mwanga, y los derrotó en una sola batalla. El coronel repuso a Mwanga en su trono y unificó todos los reinos de Buganda, excepto Bunyoro, bajo el control británico de las administraciones locales.
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