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Parques y reservas: Reserva Nacional de Masai Mara

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Un león en una llanura próxima al río Sand. Javier Yanes/Kenyalogy.com Un león en una llanura próxima al río Sand. J.Y./Kenyalogy.com

 
Región de Masai Mara Masai Mara
Mapa de la región de Masai Mara
(pincha para aumentar)
Mapa de Masai Mara con los lodges y camps
(pincha para aumentar)

 


Introducción

Si tratas de imaginar Kenya sin haber viajado nunca allí, lo que estás imaginando es Masai Mara (también escrito Maasai Mara). Este es EL parque de los parques kenianos. Sus suaves colinas ondulantes tapizadas de hierba, las aguas chocolateadas del río Mara que hierven con el retozar de los hipopótamos, y la fauna rebosante, todo ello colma las expectativas de cualquier visitante que anhele contemplar los paisajes africanos retratados en películas como 'Memorias de África' o 'Mogambo'.

Salvando gustos particulares o requerimientos especiales, este es el parque que encabeza la lista de los obligatorios: ningún viaje a Kenya está completo sin una visita a Masai Mara. Es cierto que algunos animales, como leopardos o rinocerontes, no se encuentran fácilmente, al menos por uno mismo, y que los apasionados de la ornitología pueden saciar mejor su sed en otros lugares. Sin embargo, tanto leopardos como rinocerontes están bien representados aquí, y con más de 450 especies de aves, Masai Mara tiene poco que envidiar a los grandes santuarios de la avifauna keniana. No obstante, en una superficie que casi iguala la de la isla de Gran Canaria (1.510 km²) y con una ecogeografía diversa y compleja, perderse es infinitamente más fácil que divisar un leopardo o avistar una especie particular de pájaro en sus numerosas manchas boscosas.

La reserva, inaugurada en 1961, se localiza al oeste del valle del Rift y es la continuación natural de las llanuras del Serengeti, en Tanzania. El río Mara, la columna vertebral de la reserva, lo atraviesa de norte a sur para continuar su camino hacia el oeste hasta el lago Victoria, a través del parque tanzano. Este cauce es la barrera natural que deben atravesar cada año los grandes rebaños migratorios de ñus y cebras que se desplazan entre ambos parques. Más de un millón de ñus y 200.000 cebras se desplazan cíclicamente en busca de los mejores pastos, encontrando en su camino las riberas atestadas de cocodrilos. Cuando los rebaños vadean la corriente del Mara o sus afluentes, muchos animales mueren aplastados o ahogados y dejan en las orillas un amasijo de cadáveres malolientes, ofreciendo un festín incomparable a las inmensas bandadas de buitres. Desde julio hasta octubre Masai Mara está en pleno apogeo, con los visitantes estacionales poblando sus interminables praderas.

La ubicación de Masai Mara y su altitud, por encima de los 1.500 m, determinan un clima suave y más húmedo que el de otras regiones del país. El paisaje de praderas herbáceas y la riqueza de nutrientes para los grandes rebaños se mantienen gracias a sus abundantes lluvias, que aquí duran desde noviembre hasta junio, fusionando las dos estaciones de lluvias largas y cortas tan características en otros lugares de Kenya. Incluso fuera de temporada te puede sorprender un chaparrón repentino, y las tormentas nocturnas son frecuentes.

En las colinas y las planicies, las praderas alternan con bosques de acacias y matorral. Las orillas del Mara y de las múltiples corrientes tributarias están flanqueadas por densos bosques ribereños que acogen una buena parte de la avifauna de la reserva.

La lejanía de Masai Mara respecto a los grandes núcleos urbanos la diferencia de otros parques y le permite conservar algo que cada vez es más raro en África: los animales son completamente libres, sin verjas ni otros obstáculos, e ignoran por completo las fronteras dibujadas sobre el papel, no solamente la que separa los dos países sino también la que delimita el área protegida. La reserva está rodeada al norte y este por la llamada área de dispersión, formada por ranchos comunitarios habitados por los maasais y en los que existen las mismas e incluso mayores oportunidades de observar animales que en la propia reserva, a menudo excesivamente masificada.

Masai Mara no está administrada por el servicio de parques, el Kenya Wildlife Service, sino por las autoridades locales, concretamente los consejos de los condados de Narok (al este del río Mara) y Trans Mara (el área llamada Triángulo del Mara, al oeste del río, gestionado para el condado por la entidad sin ánimo de lucro Mara Conservancy). Este dato en apariencia irrelevante no lo es: las tarifas de entrada se pagan a una u otra autoridad local dependiendo del punto de acceso, y se debe abandonar el parque por el mismo sector utilizado para la entrada. De hecho, aún existe controversia sobre si está permitido cruzar al sector opuesto de la reserva sin pagar doble entrada. Solo hay una comunicación entre ambos sectores, el puente sobre el Mara en el límite sur, junto a la frontera tanzana, y allí no existe un puesto de control. En una ocasión, un 'sheriff' de Trans Mara peligrosamente borracho amenazó con denunciarme porque había accedido al parque vía Narok y mi alojamiento estaba en el Triángulo. Así que, por si acaso, tenlo en cuenta.

Y en todo este entramado, ¿dónde encajan los maasais? La tribu de nómadas pastores, antiguamente temida por su carácter guerrero, habita estos territorios desde antiguo. Cuando en 1911 el jefe Lenana firmó un acuerdo con el gobierno colonial, aceptaba vender sus tierras en favor del desarrollo urbano de Nairobi para desplazarse hacia el sur. Pero la región de Masai Mara había quedado ya despoblada durante el siglo XIX, cuando las epidemias y las guerras entre clanes diezmaron la población maasai y la condujeron a un declive del que todavía espera recuperarse. Así, una vieja profecía maasai que predijo la llegada de los extranjeros también auguraba un futuro en el que este pueblo recuperaría su antiguo esplendor.

Cuando se creó la reserva, en 1961, se hizo con el objetivo de proteger la fauna de una región desierta y salvaje donde los animales estaban sometidos a continuas matanzas indiscriminadas por parte de los cazadores blancos. La protección de esta área, entre otros factores, favoreció la reocupación del territorio por los maasais, quienes gracias al estatus de la reserva pueden participar en la administración de la misma a través de los consejos de distrito. Aunque los conflictos por la tierra continúan en pie, la fórmula elegida para la preservación de este espacio natural trata de rendir compensación a los maasais a través del turismo mediante la gestión de ranchos comunitarios, el comercio con los turistas y las visitas a las aldeas. Todo ello ofrece una fuente de ingresos permanente.

El aspecto y la leyenda de los maasais los ha rodeado de un aura mítica de romanticismo salvaje. Pero lo cierto es que este pueblo se debate entre un férreo conservadurismo tradicional y la tentación de sumarse al progreso en busca de una vida más boyante. Su tendencia a aferrarse a las raíces les ha granjeado las simpatías y la admiración de los turistas anhelantes de escenas pintorescas, pero también el rechazo de muchos kenianos, que ven en la pervivencia de este modo de vida una molesta opción de autoexclusión social que lastra el desarrollo del país. En este tira y afloja, los gobiernos se han encargado de ilegalizar algunas costumbres maasais, como la caza del león o la mutilación genital femenina (practicada también por otras tribus del país), mientras que otros usos tradicionales, como la alimentación a base de leche y sangre, caen en el olvido y se convierten en meros espectáculos para turistas.

Mientras, los visitantes llegan a Masai Mara esperando encontrar el sabor auténtico de la África tribal sin conservantes en un país seguro y pacífico, sin furtivismo, sin ganado en las reservas y sin bandidaje. Una combinación imposible, salvo que se condene a los maasais a convertirse en empleados de parque temático, vistiendo sus shukas y enarbolando sus lanzas mientras los turistas está presentes, y cambiándolos por camisetas y pantalones una vez que los wazungu se han marchado. Algo de esto puede observarse en las orejas perforadas de muchos camareros y cocineros en los lodges.

 


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